Nacionales — 15.07.2018 —
Historias y leyendas de un túnel oculto que corre bajo la Rosada y el Congreso
Fue inaugurado en 1916 y se usó para trenes de pasajeros. Ahora lo utilizan para transportar locomotoras que llegan al Puerto.
Por: santotoméaldía / Fuente: Clarín
En la zona más congestionada de la Ciudad, donde el paisaje dePuerto Madero se llenó de grúas, andamios, volquetes y obreros, tres locomotoras cero kilómetro están a punto ser remolcadas por otra del siglo pasado. El viaje empezará en minutos y será dentro de un túnel centenario, desconocido para una mayoría, aún cuando su recorrido bordea la Casa Rosada, atraviesa las profundidades del Congreso y cruza la tierra 24 metros por debajo del suelo.
Son las diez de la mañana de un jueves, en la esquina de Alicia Moreau de Justo y Cecilia Grierson, en Puerto Madero. El Paseo del Bajo, la obra vial más importante en la Ciudad, provoca desvíos y reduce avenidas a un solo carril. Pese al caos, asomados al “balcón” de una de las locomotoras modernas, dos chinos sonríen y saludan con un buen día. Llevan camperas con letras occidentales y grafías orientales. Vinieron del otro lado del mundo para poner a punto esas máquinas, que forman parte de un contingente que el Ministerio de Transporte de la Nación compró para incorporar a la red de trenes de cargas. Un sistema que desde el Puerto de Buenos Aires se expande al resto del país y que tiene al túnel que nadie conoce como primera pieza de conexión.
“La gente no tiene ni idea del túnel éste”, dice Sergio Roldán, el conductor de la formación. Parado frente a la locomotora antigua, a la que se adosan en fila las nuevas, espera la autorización para usar la vía. Mientras tanto, habla: “La boca del túnel nace detrás de la Casa de Gobierno. Solo puede verse desde el aire o atravesándolo con el tren. Después sigue subterráneo, adentrándose en la Ciudad, paralelo al subte A. Recién en Once se asoma. Quizás algunos pasajeros del Sarmiento alguna vez se preguntaron qué es esa apertura que aparece del lado izquierdo, antes de entrar a la estación. Bueno, es el otro extremo de este túnel”.
La autorización le llega y es momento de subir. El diésel impregna el aire y la sensación es la de ir arriba de un elefante metálico: lento y pesado. El tren casi roza a los obreros del Paseo del Bajo, después sigue pasto crecido y un camino se abre en el medio de un paredón con ladrillos a la vista. Las siglas F.C.O. se leen en lo alto. Es la vía de acceso.
La compañía Ferrocarril del Oeste (F.C.O) empezó a construir el túnel en 1912. El objetivo era asegurarse una estructura para el transporte entre el puerto y la playa de cargas de Once. Según cuenta el arqueólogo Daniel Schavelzon en Túneles y construcciones subterráneas de Buenos Aires, la excavación se hizo a pico y pala, y con la ayuda de una locomotora para transportar la tierra, como si se tratara de una mina. Los obreros, la mayoría inmigrantes europeos, cavaron por ambos extremos al mismo tiempo. Demoradas por las restricciones impuestas por la Primera Guerra Mundial, las obras terminaron en 1916. A la inauguración asistió el presidente Victorino de La Plaza.
La longitud del túnel es de cinco kilómetros. El punto más profundo está situado bajo las calles Paso y Saavedra, pero como el nivel del suelo no es horizontal, no es ese el punto más alejado de la superficie, sino que ése está a la altura del Congreso. Y gran parte del trayecto corre dentro de la napa freática, donde prima la oscuridad.
Las primeras curvas, las que bordean a la Plaza Colón y la Casa Rosada, se perciben por el movimiento. La vista solo devuelve paredes negras. Más en el interior, y sólo de tanto en tanto, lámparas parpadeantes le dan al túnel su diseño original en forma de bóveda y revestimiento, en algunos sectores, de ladrillo. La ausencia de luz intranquiliza y la falta de señal en los teléfonos puede despertar pensamientos fatalistas. También, historias.
Algunos dicen que el túnel fue el camino utilizado por Perón, en 1955, para llegar a la cañonera paraguaya que lo condujo al exilio, derrocado por un golpe militar. Según la tradición oral, un pasadizo en el tercer subsuelo de la Casa de Gobierno tenía conexión con el túnel. Pero la versión es falsa.
Otros aseguran que la traza subterránea fue terreno próspero para contrabandistas. Los viejos ferroviarios aluden a un escándalo que habría ocurrido cuando un vagón cargado con granos de cereal volcó. Dicen que antes de que llegara la tropa de emergencia, un ejército de ratas copó el túnel y esconder lo evidente fue difícil.
Lo cierto es que hoy el túnel sirve para el desplazamiento de trenes de cargas y para vincular las locomotoras cero kilómetro que llegan al puerto con la parrilla ferroviaria del tren Sarmiento, a la altura de Once. Desde ahí el recorrido se prolonga a la estación de Santos Lugares, donde se hacen pruebas de velocidad y se instalan equipos de comunicación. Los dos chinos que viajan dentro del compartimento de la segunda locomotora serán los encargados de esa preparación.
Mientras tanto, dentro del túnel seguirán los viajes diarios, cada uno con una locomotora antigua traccionando otras tres nuevas. En lo próximo el túnel no volverá a tener un servicio de pasajeros, como sí ocurrió en la década del 40, en los 90 e incluso en los 2000. Su futuro está en la Red de Expresos Regionales, que reunirá a las distintas líneas debajo del Obelisco. "Se están haciendo estudios de ingeniería para ver cómo involucramos las trazas. Seguro van a estar conectadas, como vía de emergencia o para hacer obras o para sacar tierra", dijo el ministro de Transporte de la Nación, Guillermo Dietrich.
El túnel que una mayoría desconoce seguirá ahí, reinventándose, esperando el día en que el ferrocarril vuelva a cruzar la Argentina de punta a punta.