Viernes 03 de mayo de 2024

Deportes — 09.10.2020 —

Schwartzman vendió cara su derrota pero no pudo con Nadal

El argentino perdió 6-3, 6-3, 7-6 ante el número 2 del mundo y no logró acceder a la final de Roland Garros. Pese a la derrota, el Peque se ganó un lugar en el top ten y cerró un torneo histórico.


Por: santotoméaldía /

No debe existir un escenario más difícil en el tenis contemporáneo que enfrentar a Rafael Nadal en Roland Garros. A ese ring se subió Diego Schwartzman, en el desafío más grande de su carrera y en su primera semifinal de un torneo de Grand Slam.

La derrota, 6-3, 6-3, 7-6 (0) es contundente desde los números, inobjetable por el rendimiento de Nadal pero esconde un trámite muy parejo en el juego y sensaciones positivas para el argentino, pese a haber quedado lejos del sueño de ser finalista.

Lo obligó a la perfección Rafal. Nunca le dio respiro y supo manejar con mayor solidez los pequeños baches que ofreció el Peque.

Desde el primer punto del partido el argentino dejó en claro que su actualidad iba a ser más importante que todos los números previos. Que estaba ahí para jugarle de igual a igual al tenista que solo había perdido dos partidos de 100 en ese torneo.

Fue un mensaje ese primer game de 14 minutos y dos chances de quiebre para el Peque. Una declaración de principios: puntos largos, defensas férreas, derechas cruzadas de ambos lados para buscar el revés del adversario y la soltura del argentino para animarse desde el arranque. No hubo miedo escénico, no salió a esperar cómo se armaba el partido.

Y también fue la ratificación de que para ganarle a Nadal en Roland Garros debería jugar el mejor partido de su vida. Porque el español no solo inclinó la balanza tras la dura lucha del game inicial sino que inmediatamente aprovechó un par de errores no forzados de Schwartzman, quebró su saque y consiguió rápido la primera distancia en el partido.

Se sabe: en el tenis, la cabeza juega tanto o más que las piernas y las manos. Y la reacción de Schwartzman en el segundo juego de servicio del español para volver a forzar el break y esta vez conseguirlo con un par de ángulos cortos exquisitos fue redoblar la apuesta.

En el juego del Peque hay un talón de Aquiles: el saque. Si bien logra buen porcentaje de primeros servicios, no suele contar con el necesario aporte de aces que muchas veces sirven para salir de situaciones incómodas. Esa falencia ante uno de los mejores devolvedores como Nadal, que suele pasar de defensa a ataque con una contundencia impresionante, cuesta caro. Vale un dato: en los dos primeros games con su saque, el argentino no ganó ninguno de los puntos que jugó con sus segundo servicio.

Y ahí estuvo gran parte de la explicación de por qué un primer set de altísimo nivel y muy luchado quedó en manos del español tras más de una hora de juego. Si bien ambos forzaron un ida y vuelta incesante cuando les tocó recibir y el Peque asume con decisión el palo por palo, no hay margen para perdonar a un jugador como Rafa, que tuvo dos chances de quiebre y consiguió las dos; Schwartzman tuvo cuatro (en tres games distintos) y logró una.

El arranque de la segunda manga fue una extensión de lo que se había visto. Más allá de que el Peque supo resolver con autoridad su primer juego de saque y ganarlo en cero, apenas dejó la puerta entornada, Nadal entró.

Y empezó a llevar las riendas el número dos del mundo, con derechas cruzadas, con tiros altos y con mucho top para bajar la velocidad del peloteo y preparase para volver al impacto potente.

Poco se lo podía reprochar a Schwartzman. Estuvo a tiro de recuperar el break en el sexto juego, se puso 0-30 con dos puntos exquisitos que lo hicieron cerrar el puño y dibujar una sonrisa. Pero Nadal resucita todo el tiempo.

El español tuvo apenas siete errores no forzados en el segundo set, no dio ninguna oportunidad de quiebre y metió y ganó el 80% de los puntos con sus primeros servicios. En ese panorama, el argentino (58% de puntos ganados con su primer saque y 12 errores no forzados) sabía mejor que nadie que no alcanzaba con jugar muy bien y mantenerse en partido frente a un rival que nunca perdía lucidez y mucho menos fortaleza anímica.

El tercer set se jugó con una tensión diferente: para Rafa era el empujón final hacia una nueva final de Roland Garros en busca de su decimotercer título en Francia y la chance de igualar los 20 Grand Slam que tiene Roger Federer. Para Diego, la sensación era la de quien ya tiene pocas cartas por jugar.

Pero no solo no se rindió el argentino sino que recuperó dos quiebres y mostró su mejor repertorio en los instantes decisivos del partido cuando la presión está en su punto más alto.

En el 5-5 y con el saque del español, Schwartzman tuvo tres chances de quiebre para tener su oportunidad de sacar para set. Nadal desactivó el problema primero con un drive paralelo de sobrepique y luego con una derecha abierta sobre el fleje. La tercera fue con un bloque perfecto de volea ante la subida del Peque. Fue el momento de mejor nivel de juego, el mejor game del partido. Y claro, fue para Rafa.

El tie break mostró el costado más feroz de la defensa de Nadal. Fue un inicio palo por palo en el que Schwartzman tomó la iniciativa, hizo correr al español pero chocó con un frontón soberbio. Lo dejó en cero en la definición.

Fue un resumen perfecto de lo que suele hacer el número dos del mundo cuando se le presenta un momento bisagra en un partido. 

Fuente: Clarín

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